ARISTÓFANES

Nació hacia el año 450 a.C. Fue hijo de colonos atenienses de Egina, pero no se sabe con seguridad dónde nació. Tal vez en Egina o Lindo. Murió después del año 388 a.C., fecha de su última comedia, Pluto.

Fue el único de los antiguos comediógrafos que desempeñó cargos públicos. Su nombre figura en la lista de los pritaneos en una inscripción de principios del siglo IV a.C.

Frente a la libertad de que gozaban los poetas cómicos antes de la guerra, tras ésta desaparece gradualmente la virulencia de sus ataques y hasta su imaginación creadora. La parte coral de sus obras fue restringiéndose y los temas públicos fueron eclipsándose para ser sustituidos por los privados.

Defensor de los viejos ideales aristocráticos, nostálgico de los tiempos gloriosos de Maratón y Salamina, atacó con la burla y la parodia la angustiosa situación que acompañó a la guerra del Peloponeso y las secuelas de la derrota.

Nostálgico de la pasada grandeza de Atenas, enemigo de novedades en el arte de razonar y de educar, fustiga con la agudeza, la caricatura e incluso el disparate y el absurdo la política nefasta de su tiempo, a los demagogos, como Cleón, y a los generales belicistas, como Lámaco, a los que el protagonista derrota con las armas de su ingenio, que le sugiere el empleo de los recursos inverosímiles o mágicos.

Convierte en blanco predilecto de sus virulentos ataques a los sofistas, por la nueva educación que éstos impartían a sus jóvenes. Elige equivocadamente como prototipo de éstos a Sócrates, a quien ridiculiza presentándolo como un individuo extravagante y maniático. Otra de las víctimas de sus burlas fue Eurípides, a quien echa en cara el abuso de pasajes truculentos y lacrimosos, la presentación, de modo poco digna, de los héroes trágicos y el uso de un lenguaje retórico y grandilocuente.

La comedia discurre en el mundo de la fantasía y de la utopía, pero, bajo esa capa superficial, aborda problemas sociales y humanos muy profundos, como las ansias de paz, las reformas sociales igualitarias o la búsqueda de la felicidad colectiva e individual, temas tratados también por los filósofos y moralistas de su época.

Es un autor reaccionario, defensor a ultranza de la tradición, opuesto a todas las innovaciones introducidas por las nuevas generaciones de educadores, filósofos y poetas, es decir, los sofistas, Sócrates y Eurípides.

Como defensor de la moral tradicional, presenta el vicio y a los viciosos con alegre desenvoltura. Como político conservador, aparenta un deseo de orientar desde la escena la opinión pública, pero sólo pretende reírse de todo y de todos.

Sus burlas sobre los dioses, a los que presenta en escena como seres inhumanos, avaros y terribles, no suponen ateísmo y sus ataques a Eurípides sólo expresan la búsqueda de un motivo para provocar la risa del público, no una rencorosa animadversión contra él.

Aunque su espíritu es conservador, se limita a aprovechar el contraste entre las rancias costumbres de los antepasados, las gloriosas tradiciones patrias, con las tendencias innovadoras y progresistas, con las doctrinas que considera disolventes y con las costumbre perniciosas y hedonistas de su época.

El tópico cómico del "mundo al revés" aparece en Lisístrata y en Las Asambleístas, en donde las mujeres consiguen vencer a los hombres y se ofrece cierta comprensión de los problemas femeninos.

Alternan ancianos y campesinos; jóvenes aristócratas melenudos (Los Caballeros) y demacrados y paliduchos discípulos de los sofistas (Las Nubes); esclavos que comparten, como criados domésticos, su vida familiarmente con sus amos; etc.

Las mujeres se ocupan del hogar y crían a sus hijos, sometidas a la autoridad omnímoda de sus maridos. Sólo en raras ocasiones, hartas de tal sumisión, rompen esa dependencia (Lisístrata, Las Asambleístas).

Aparecen unos tipos despreciables, los sicofantas y los demagogos, entre los ue sobresale Cleón. Frente a ellos, honrados labriegos, que cultivaban felices sus heredades y que, ahora, hacinados dentro de las murallas de Atenas, mientras las incursiones espartanas arrasan sus viñedos y olivares, añoran la paz de sus campos.

Se describen los banquetes organizados en casa de los ricos, en los que alternan diversos entretenimientos de sobremesa: narraciones de anécdotas, recitales de poemas, propuestas de enigmas, etc.

El ambiente que ofrecía la Asamblea de Atenas es objeto de una jocosa caricatura en Los Acarnienses y Las Asambleístas; el del Consejo, en Los Caballeros; el de los tribunales, en Las avispas.

La guerra queda reflejada en los continuos ataques contra los belicistas, sobre todo contra Cleón y Lámaco, especialmente en Los Acarnienses.

Acarnienses, Los caballeros, Las nubes, Las avispas, La paz, Las aves, Lisístrata, Las tesmoforias, Las ranas, La asamblea de mujeres y Pluto