ARTURO expone el papel que el rey de los dioses le ha confiado sobre la tierra: "Soy un astro. Mi nombre es Arturo. Por la noche, brillo en el cielo y entre los dioses; durante el día, camino entre los mortales por escargo de Júpiter, para conocer los hechos de los hombres, sus costumbres, su piedad y su buena fe, para poder conceder a cada uno los favores de la fortuna. Algunos intentan acusaciones fraudulentas con ayuda de testigos falsos, o recurren a perjurios, para negar una deuda ante el tribunal; nosotros anotamos su nombre. Esta ciudad se llama Cirene; así lo ha querido Dífilo. En esta granja cercana, al borde del mar, vive Démones, un anciano que ha venido exiliado desde Atenas. Por querer salvar a otros, perdió una fortuna bien adquirida. Tenía una hija que le fue robada muy niña. Un malvado lenón la compró al pirata que la había robado y la trajo aquí. Un joven ateniense la vio y se enamoró de ella y la compró por treinta minas. Pero el lenón no cumple el trato. Un huésped suyo, un criminal de Agrigento, elogia la belleza de la joven y le aconseja que se vaya con él a Sicilia, en donde podría hacer fortuna, dada la afición de los sicilianos al placer. Alquila en secreto una nave, a la que el lenón lleva todo lo que tiene. Embarca llevando consigo sus cortesanas. Cuando yo vi llevarse a la joven, vine a socorrerla y a causar la ruina del lenón: he hecho rugir las olas del mar. La joven se ha salvado. La olas la han arrastrado hasta la granja del viejo exiliado. El viento ha demolido el techo de su casa."
La tormenta ha destrozado el tejado de la casa de Démones.
Esceparnión, esclavo de Démones comenta que la tempestad se ha llevado el tejado de la granja. /// Plesidipo, el joven enamorado de Palestra, acompañado de testigos, busca al lenón Lábrax en el templo de Venus. /// Démones dice : "¡Pobres mortales, qué poca cosa sois! ¡Cómo nadan después de su naufragio! ¿Qué ves tú, Esceparnión?". Esceparnión contesta: "Dos muchachas sentadas en una barca, completamente solas, zarandeadas por las olas. Las olas las empujan hacia la orilla.".
Palestra sale de entre las rocas de la orilla del mar y lamenta su suerte y la pérdida de su ligero equipaje: "El lenón ha perdido en el mar su navío y todo lo que tenía. De sus bienes soy yo lo único que le queda. Me encuentro sola. No conozco este lugar. He nacido libre y mi nacimiento no me sirve de nada.".
Palestra y su compañera Ampelisca ven el templo de Venus.
La sacerdotisa del templo de Venus, Ptolemocracia, las acoge hospitalariamente.
Un grupo de pescadores lamenta su precaria situación: "Cada día venimos de la ciudad hasta aquí, a buscar en el mar nuestro sustento. Es al mar al que pedimos nuestro alimento. Si nos falta la suerte, entramos en nuestra casa sin tambores ni trompetas y nos acostamos sin cenar. Ahora dirigimos nuestra plegaria a la buena Venus, para que quiera prestarnos hoy su amable socorro".
Tracalión, esclavo de Plesidipo, les pregunta si han visto a su amo y al rufián. Le dicen que no los han visto.
Ampelisca cuenta el naufragio y le dice: "Palestra y yo hemos sido acogidas aquí por la sacerdotisa de Venus. Después se dirige a la granja de Démones a buscar agua para el sacrificio que van a hacer en el templo de Venus.
Esceparnión va a buscar el agua. De pronto Ampelisca divisa en la ribera a Labrax y su amigo siciliano, a los que creía ahogados en el mar. Corre hacia el templo a avisar a Palestra.
Regresa con el agua y se sorprende al no encontrar a Ampelisca.
Se reprochan mutuamente el haber emprendido semejante viaje.
Esceparnión informa a Lábrax que hay dos jóvenes en el templo de Venus.Cármides, parásito de Lábrax, entra en el templo.
Démones ha tenido un extraño sueño y, mientras piensa en su significado, oye gritos de mujeres asustadas, procedentes del interior del templo.
Tracalión le informa de lo que allí ocurre: "Hay aquí, en este templo, dos mujeres que reclaman tu ayuda; dos inocentes a las que, contra todo derecho y toda justicia, se hace aún violencia insigne, aquí, en el templo de Venus. Además, la sacerdotisa de Venus es maltratada. Ellas están abrazadas a la estatua de Venus; un criminal sin pudor quiere arrancarlas de ella. Las dos mujeres deben de ser de condición libre. Él es un amasijo de crimen, de parricida, de perjurio, un hombre sin ley, sin fe, sin pudor, en una palabra, un lenón. Entra en el templo, te lo suplico, acude en su ayuda". Démones ordena a sus esclavos que entren a prestar ayuda.
Palestra y Ampelisca se ven perdidas sin remedio. Tracalión promete defenderlas.
Tracalión amenaza así a Labrax: "Toma tú por juez a cualquier hombre rico del senado de Cirene, que pronuncie si ellas deben ser tuyas o si deben ser libres, y si tú no mereces ser metido en la cárcel y habitar en ella toda tu vida. ¿Son ellas tus esclavas? Pues bien, toca a cualquiera de ellas sólo con la punta del dedo meñique y te convierto en un balón de boxeo.
Los esclavos amenazan a Lábrax con sus garrotes y este renuncia de momento a llevarse a las muchachas.
Pleusidipo dice a Tracalión: "¿Ha querido este rufián arrancar del altar de Venus a mi amada? ¿Y tú no lo has matado? ¡Haber cogido un palo o una piedra! ¿Estaban aún sentadas sobre el altar cuando has venido a buscarme? Llévame directamente al lenón. Lo arrastraré ante el tribunal. ¿Tú, Lábrax, has recibido de mí una cantidad a cuenta por Palestra y te la has llevado de este país? Tendrás que explicarte ante el tribunal.
Démones se siente satisfecho de haber ayudado a las jávenes.
Aparece el pescador Gripo, esclavo de Démones. Lleva en sus redes un cofre, del que cuelga un cable (rudens, que da nombre a esta comedia). Va lamentándose por la escasa pesca que ha conseguido ese día: "No he cogido hoy una onza de peces, salvo este que llevo en mi red. He encontrado este cofre en el mar. ¿Qué puede haber dentro? Debe de ser oro. Nadie en el mundo conoce mi secreto. Bonita ocasión, Gripo, de hacerte liberar enseguida por el pretor. He aquí mi plan. Iré a encontrar a mi amo; después, poco a poco, le propondré un precio para mi rescate, de modo que yo sea un hombre libre. Una vez libre, adquiriré tierras, una casa, esclavos... Cuando me haya convertido en un ilustre personaje, construiré una vasta ciudad. La llamaré Gripus, monumento a mi gloria y a mis éxitos, porque allí fundaré un gran imperio."
En medio de estos sueños de grandeza, interviene Tracalión: "He visto lo que has cogido. Si quieres compartir a medias conmigo, no te denunciaré a su propietario. Conozco desde hace mucho tiempo al dueño del cofre que tienes ahí, y sé cómo se ha perdido.". Sigue una discusión de tipo jurídico sobre quién es el dueño de lo hallado en el mar.
Someten el asunto al arbitraje de Démones, que sale con las dos jóvenes. Tracalión habla así: "Yo no reclamo mi parte en ese cofre, ni he pretendido hoy que fuera mío. Pero contiene una cajita que pertenece a la joven que te he dicho hace un momento que era de nacimiento libre. Y los juguetes que en otros tiempos llevaba, cuando era pequeña, están ahí, en una cajita que hay en ese cofre. Esto no le es a él de ninguna utilidad; y él hará un gran favor a la pobre joven, si les da los medios de encontrar a sus padres. Debe de haber en este cofre una pequeña cajita de mimbres, en donde están los indicios que permitirán a esta joven reconocer a sus padres. Ordénale, anciano, que les entregue la cajita. Si exige a cambio una recompensa, se le dará. Si hay en el cofre cualquier otra cosa, podrá guardársela.". Palestra dice que en la cajita debería haber unos juguetes, una espadita de oro con una inscripción, el nombre de mi padre. Después una hachita de doble filo, igualmente de oro, y con el nombre de mi madre ."
Démones, feliz por el encuentro de su hija, exclama: "Salud, hija mía; yo soy tu padre".
Gripo queda desolado. Démones ordena a Tracalión: "Busca a Plesidipo y dile lo que me ha sucedido a propósito de mi hija; ruégale que lo deje todo por venir aquí. Le dirás que le daré mi hija en matrimonio. Y que conozco a su padre, que somos parientes de sangre. Date prisa, tráelo enseguida. Que se prepare la cena".
Gripo no logra convencer a su amo de que devuelva el cofre a su verdadero dueño.
Plesidipo está encantado con las noticias que le ha traido Trascalión.
Labrax lamenta su infortunio. Plesidipo ha hecho que renuncia a Palestra ante los árbitros. Ahora pretende recuperar a su otra esclava.
Gripo le dice: "Jura que me darás el dinero el mismo día en que entres en posesión de tu cofre. Entonces daré a Gripo un gran talento de plata. Y si yo no cumplo este juramento, oh Venus, te lo suplico, que todos los rufianes tengan una suerte miserable".
Démones entrega a Labrax su cofre, menos la cajita de mimbre que sirvió para reconocer a Palestra como su hija. Gripo pide a Labrax que le pague lo convenido. Démones propone a Labrax: "Lo que has prometido a mi esclavo debe pertenecerme. No intentes, lenón practicar con nosotros los trucos de tu oficio. Él ha encontrado el cofre que tú tienes; él es mi esclavo. Soy yo quien te la ha conservado con todo el dinero que contenía. Voy a partir en dos el talento. Tú recibirás la mitad para que Ampelisca sea libre y darás la otra mitad a Gripo. Y yo tomaré esta mitad para manumitir a Gripo, gracias al cual hemos encontrado, tú, tu cofre, yo, a mi hija". Démones invita a cenar a Labrax y a Gripo, que ha dejado de ser esclavo.